"Golondrinas de un solo verano con ansias constantes de cielos lejanos. Alma criolla, errante y viajera, querer detenerla es una quimera..." Carlos Gardel y Alfredo Le Pera.
"No permitas que una golondrina haga su nido bajo tu tejado", sostuvo el filósofo Pitágoras alrededor del año 500 a.C. Por entonces, no conocía --aunque sorprendentemente su reflexión hoy nos parezca un vaticinio-- casos como los de Sebastián Abreu, Cristian Fabbiani y otros tantos que pertenecen a una clase de jugadores que se multiplicó por estos días: los futbolistas golondrinas. Aquellos que saltan de club en club durante el desarrollo de sus carreras, reflejando una pronunciada falta de compromiso por un proyecto a largo plazo, ingratitud por las instituciones que lo cobijaron y un discurso populista cuya finalidad es conquistar la aceptación express de los hinchas. En detrimento del fútbol, los vuelos erráticos de estos pajaros suelen fortalecerse con la apertura de cada libro de pases del fútbol doméstico. Y este verano no ha sido la excepción. La golondrina es una de las aves migratorias más conocidas del mundo. Tienen un pico corto pero una verba ágil con la que preparan sus nuevos nidos en donde desembarcar (y en muchos casos, en donde sumar unos buenos billetes). Por sus alas estrechas, pueden dar giros rápidos. Un día arriban a Núñez desde México, otro día se marchan a Israel en búsqueda de la tierra (o la cuenta) prometida, luego retornan al Monumental y, el día menos pensado, aparecen haciendo jueguitos en un acto de presentación en San Sebastián, España, con la camiseta de la Real Sociedad. De ser necesario, reconstruyen su nido o hacen uno nuevo todas las veces que la situación lo amerite. Esta clase de golondrinas no sólo comen insectos. También fagocitan ilusiones. Al uruguayo Abreu, quien ya vistió 14 camisetas (ahora 15) entre 1995 y el 2009, le bastó agitar las alas para fugarse al País Vasco. No pensó en la gratitud que River se merecía ni en el daño que le causaría a un plantel flaco en referentes. Escuchó la oferta y , a pesar de que tenía un pie en el avión para irse de pretemporada a Mendoza, se dio media vuelta y marchó. Sí, las golondrinas como Abreu son excelentes voladores. Fabbiani, tan de moda por estos días, es otro reflejo de los jugadores itinerantes. De esos que no dudan en forzar su salida de un club si con ello consiguen satisfacer su espíritu nómade. El Ogro, luego de sus experiencias en Lanús, Palestino, Beitar Jerusalén, Lanús otra vez y el Cluj de Rumania, no le dejó a Newell's otra alternativa que la aceptación de su ida a River. Su compromiso con el club rosarino fue tan pasajero que apenas duró seis meses. Pero sin el más mínimo remordimiento, levantó vuelo, siguió el camino trazado por la Panamericana y aterrizó en Núñez para darle forma a su nuevo hogar... La lista es extensa y atemporal. Carrario, Sessa, Navarro Montoya, Husain, la Anguila Gutiérrez , Lussenhoff, Cardetti o casos más recientes como Gastón Fernández, Diego Barrado, Garcé, Sand o , incluso , Carlos Tevez (Boca, Corinthians, West Ham, Manchester United y vaya saber Dios qué le depara el destino...) son reflejos de las tantísimas permanencias poco duraderas a las que nos hemos acostumbrado. Algunos por rendimientos o un afán de superación, otros por dinero, lo cierto es que en la mayoría de los casos desnudan estadías sintéticas, amores a corto plazo. Dicen que en el mundo existen 80 especies de golondrinas pero, en el rubro futbolistas, muchas de ellas han elegido la Argentina para perfeccionar sus vuelos rasantes. Aquí no se ha encontrado un espantapájaros que le encuentre una solución al vuelo constante. Quizás tenía razón Gustavo Adolfo Bécquer cuando, desde la literatura, anunció que "volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar y, otra vez, con el ala a sus cristales jugando llamarán; pero aquéllas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar, aquéllas que aprendieron nuestros nombres ésas... ¡no volverán!”.
*Publicado en la revista virtual de 2 de Punta
miércoles, 22 de abril de 2009
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