"Primer mandamiento: nunca traiciones el honor del prójimo..."
Los clubes argentinos han confeccionado su propio manual de conducta. Un código de comportamiento que penará con el destierro a todo futbolista que haya osado irse en malos términos de una institución, ya sea recurriendo a la patria potestad o a la libertad de acción por falta de pagos. Es decir, un pacto tácito que le cerrará las puertas del fútbol argentino a todo el que haya cometido el pecado de la "traición".
En la historia de nuestro deporte más popular, hay pocos precedentes de pactos de este tipo. Por caso, una situación similar se vivió en 1985 cuando Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca desencadenaron un escándalo mayúsculo que terminó otorgándoles el pase libre tras una huelga de futbolistas profesionales (más allá que Boca Jrs. fue “compensado”, por un pacto entre Santilli y Grondona, al cederle River a Olarticoechea y al “Chino” Tapia). Fracturados en su honor, ávidos de venganza, muchos clubes encabezaron una alianza para, en adelante, dejar fuera del circuito a todo jugador que accione de la misma manera y bajo el mismo método contra un club de nuestro país. Una muestra que el decálogo del perfecto mafioso también tiene vigencia en el ámbito deportivo.
A 24 años de aquel conflicto, los dirigentes decidieron desempolvar los términos de viejo pacto tácito y fue Racing el que tuvo que llevar a la práctica la primera condena. ¿La víctima?: Mauro Cejas, quien tenía todo acordado para sumarse al plantel del Chocho Llop. ¿Qué sucedió, entonces? Que sobre el cierre de la operación, un hombre de peso recordó su salida conflictiva de Newell's (y el reclamo de Temperley como club formador) y les advirtió a los directivos de Racing que "Cejas podría tener porblemas para su habilitación". "Yo no me escapé. Me fui en regla, no engañé a nadie. Me debían seis meses y el 15% de mi transferencia. No estaba cobrando y tuve que tomar la decisión de irme" sostuvo el jugador al tanto del triste desenlace de las conversaciones. Ni un llamado Kontundente (sí, con K) de un influyente hincha de la Academia logró revertir la condena sobre el mediocampista. Al Pitu le tocó estrenar una regla no escrita que prohibe la reinserción en el fútbol local de quienes forzaron su salida al exterior...
Los mafiosos, según los relatos históricos, se definen como "hombres de honor" y, en ese sentido, los miembros de los distintos clanes ponen en práctica una serie de códigos de honor, inviolables, de los cuales el más conocido es la ley del silencio. Algo similar sucede en nuestras tierras, con dirigentes que actúan en silencio, evitando hacer público un accionar que atenta contra el derecho al trabajo. La traición es un pecado que en el fútbol doméstico no se perdona con facilidad. Y que, por lo visto, se paga y se pagará muy caro.
*Publicado en la revista virtual de 2 de Punta
miércoles, 22 de abril de 2009
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