miércoles, 22 de abril de 2009

Avellaneda y el ciclo de depredación*

Cualquier parecido con la realidad no es una mera coincidencia...
Cocido o jugoso. Al vapor o al horno. A los dos clubes más poderosos de Avellaneda no les interesa el punto de cocción para llevar adelante un inefable ciclo de depredación que los convirtió en los mayores devoradores de entrenadores desde la creación de los torneos cortos. Desde el Apertura 90, y sin contar los interinatos fugaces, Racing se fagocitó a 35 técnicos mientras que Independiente hizo lo propio con 32. ¿Más claro?. A lo largo de los últimos 18 años, la Academia y el Rojo alimentaron un promedio de un técnico por campeonato, una costumbre que ya se tornó adictiva y que, en breve, se nutrirá de nuevas víctimas. Que pase el que sigue, entonces ... Devenidos en asesinos seriales, Racing e Independiente matan a sus técnicos con intervalos pero compulsivamente y con patrones que, a menudo, confunden a los investigadores. Zambullidos en una crisis futbolística que no respeta próceres, jóvenes innovadores, apuestas futuras o simples salvavidas de ocasión, la cuchilla de acero con forma triangular avanza una y otra vez por las guías de la guillotina en búsqueda de una cabeza que, inevitablemente, quedará cercenada y a merced de todas las culpas. Con apenas tres fechas disputadas en el Clausura, pudo caer la cabeza de Pepé Santoro, quien recibió el triunfo contra Racing como un bálsamo reparador. Apenas un paliativo ante el andar resquebrajado de un ciclo casi terminado. El paliativo no cura, apenas mitiga el dolor del enfermo. Y Santoro, con tres interinatos sobre el lomo en Independiente, sabe que –por ahora- la mejoría del paciente no es lo suficientemente sólida como para desarmar la maleta. El fusible, como dispositivo de protección contra fallas en circuitos eléctricos, se funde no bien la corriente supera un valor determinado. Y con Llop sentado en un banco repleto de voltajes, los vaticinios señalan que será el primero en saltar del cargo tras el cachetazo sufrido en cancha de Huracán. Cuestionado por los hinchas, ninguneado por el azar, olvidado por los buenos resultados y presionado por el flamante presidente, sus signos vitales confluyeron en un final casi cantado: la renuncia o la destitución. Al final, lo echaron. Llop quedó más Cholo que nunca. Pero más allá de los constantes cambios en Racing e Independiente, el vicio de echar entrenadores se propagó en el resto de los clubes de la Argentina. Newell's , por caso, tuvo 26 técnicos en casi dos décadas. Central, otros tantos. En Boca, Ricardo Lavolpe duró apenas 88 días y Miguel Angel Russo –apesar de que había ganado la Libertadores-- le siguió los pasos tras su caída en Japón frente al Milan. ¿Más casos?. Como no: a Patricio Hernández no le quedó más remedio que renunciar al banco de Banfield en la cuarta fecha del Clausura 2007 y Simeone no sobrevivió más de un año como entrenador de River: ganó el título en el primer semestre del 2008, salió último en el Apertura pasado y, abatido, renunció. Cocido o jugoso. Al vapor o al horno. No importa la cocción: en Avellaneda, el plato está servido. Una vez más.
*Publicado en la revista virtual de 2 de Punta

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